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lunes, 4 de junio de 2007

Eduardo II (1ª parte)

Eduardo II nació el 25 de abril de 1284, en el castillo de Caernarfon. Era hijo de Eduardo I y de su primera esposa Leonor de Castilla. La leyenda dice que Eduardo, que había depuesto a Llywelyn ap Gruffydd, último príncipe de Gales, en 1282, prometió a los nobles galeses darles un nuevo príncipe que no hablaría inglés. Y cumplió su palabra presentándoles a su hijo recién nacido, Eduardo, que no hablaba todavía ningún idioma. Así, el futuro Eduardo II se convirtió en el primer heredero de la corona inglesa en ostentar el título de príncipe de Gales. (Alentado por su exitosa anexión de Gales, Eduardo I intentó más tarde conquistar Escocia, pero la resistencia encabezada por Roberto Bruce y William Wallace terminó por hundir sus planes)
Desde la infancia, el rey Eduardo intentó inculcarle a su hijo las artes militares, pero el joven Eduardo siempre las desdeñó, prefiriendo dedicarse a entretenimientos más frívolos y refinados. En 1298, el príncipe Eduardo, de 14 años, conoció a Pedro Gaveston, un caballero gascón, también de 14, de quién se enamoró; irónicamente, fue el rey Eduardo quién los presentó.
La “amistad” entre los jóvenes fue alentada al principio por el rey y no fue mal vista en la corte. Pero a medida en que la intimidad entre Eduardo y Gaveston aumentaba, también lo hacía la preocupación del rey por la orientación sexual de su hijo, así como por el hecho de que un simple caballero tuviera tanta influencia sobre el futuro monarca (si bien Eduardo no era el primogénito, la muerte de su hermano mayor Alfonso lo había elevado al primer puesto en la línea sucesoria). En 1307 el príncipe quiso regalarle a Gaveston el título de conde de Ponthieu. Cuando el rey se enteró de ello, llamó a su hijo, lo llamó “wretched son of a whore”, le echó en cara el regalar tierras que nunca había conquistado, y le dijo que si no fuera por su temor a la división de su reino, lo desheredaría. Luego agarró al príncipe de los cabellos -arrancándole varios mechones- y lo arrojó al suelo, para luego patearlo hasta el cansancio. Después de este arranque de furia, Eduardo I reunió al Parlamento e hizo proscribir y desterrar a Gaveston. No obstante, tuvo la gentileza de otorgarle una pensión para que pudiera subsistir en el exilio, y le permitió despedirse del príncipe y recibir varios regalos de él (aunque los obligó a jurar que nunca volverían a verse sin su permiso).
El destierro de Gaveston fue corto, pues el rey Eduardo murió en julio de ese mismo año. La primera medida del flamante Eduardo II fue permitir el regreso de su favorito (el segundo fue abandonar la infructuosa campaña militar en Escocia). En enero de 1308, Eduardo se casó con Isabel, hija del rey Felipe IV de Francia. Con ella tendría cuatro hijos: Eduardo (1312), Juan (1316), Leonor (1318) y Juana (1321).
(Curiosamente, Eduardo también tuvo un hijo ilegítimo llamado Adam FitzRoy, pero su fecha de nacimiento -calculada entre 1305 y 1310- y la identidad de su madre se desconocen. Sólo se sabe que acompañó a su padre en una campaña contra los escoceses en 1322, y que murió en septiembre de ese año.)
El poder de Gaveston en la corte del nuevo rey era inmenso. Apenas regresó a Inglaterra, Eduardo II lo nombró conde de Cornwalles y lo casó con su sobrina Margarita de Gloucester. Cuando Eduardo viajó a Boulougne para casarse con Isabel, Gaveston actuó como su regente (aunque hay que decir que la ausencia del rey fue de tan solo dos semanas). Su actitud en la coronación de Isabel como reina de Inglaterra escandalizó a los nobles: apareció vestido de púrpura en vez del dorado que le correspondía a los condes en el protocolo, acaparó la atención del rey, quién ignoró a su familia y a su flamante esposa, y luego se descubrió que Eduardo II le había regalado todo el oro y las joyas que había recibido como regalos de boda.
La polémica que causó en la corte el comportamiento de Cornwalles obligó al rey a mandarlo como gobernador a Irlanda. Cornwalles sorprendió a todos demostrando ser un administrador civil y militar bastante eficaz, lo cual le permitió a Eduardo traerlo de regreso en julio de 1309. No obstante, la vanidad de Cornwalles le enajenó el apoyo de los nobles más poderosos, como Aymer, conde de Pembroke y Tomás, conde de Lancaster. Una campaña fallida de Eduardo II contra los escoceses en 1310-1311 debilitó su posición y permitió que los nobles lo forzaran a desterrar a Cornwalles de la corte, ésta vez sin disimularlo con ningún nombramiento.
En 1312 Cornwalles regresó a Inglaterra, lo cual desencadenó un levantamiento armado liderado por Lancaster. Los rebeldes atacaron el castillo de Newcastle, donde el rey y su amante se alojaban, obligándolos a huir al de Scarborough. Eduardo dejó a Cornwalles en Scarborough y viajó al sur para levantar un ejército. Entonces Lancaster, deseando capturar a Cornwalles, mandó a su ejército a Scarborough. Cornwalles se rindió al conde de Pembroke, quién le garantizó su vida y le permitió escapar, contentándose con tomar el castillo. No obstante, fue tomado prisionero en Oxfordshire y llevado al castillo de Warwick, donde Lancaster lo condenó a muerte. La ejecución se llevó a cabo en Blacklow Hill, donde murió a manos de dos soldados galeses. Primero lo atravesaron con sus espadas y luego, mientras yacía en el pasto desangrándose, lo decapitaron. Era el 19 de junio de 1312, y el conde de Cornwalles tenía unos 28 años.
La muerte de Cornwalles provocó la ira de Eduardo II, pero también la de Pembroke, quién le había dado su palabra al amante del rey de protegerlo. No obstante, la guerra entre el rey y los rebeldes no se produjo; fue como si la ejecución del odiado Cornwalles hubiera sido una catarsis de todo el resentimiento de los nobles contra el rey. En septiembre comenzaron las negociaciones entre los sublevados y Eduardo, que concluyeron con el perdón oficial por parte del monarca en octubre.
Debido a la guerra civil, Eduardo no pudo impedir que Roberto Bruce (que se había proclamado rey de Escocia en 1306 con el nombre de Roberto I) reconquistara Escocia. Roberto logró tomar todas las fortalezas excepto el castillo de Stirling, que se dedicó a sitiar. El rey inglés levantó en junio de 1314 un ejército para impedir la toma de Stirling, más por motivos patrióticos que por el valor militar del castillo. El 24 de ese mes, los ejércitos de Eduardo II y los de Roberto I se encontraron en la batalla de Bannockburn, terminando con la derrota aplastante de los ingleses y la independencia efectiva de Escocia (que Inglaterra recién reconocería en 1328).
Eduardo tenía la esperanza de que una victoria en Escocia le daría suficiente fuerza para vengar la muerte de Cornwalles matando a Lancaster y otros nobles involucrados, pero Bannockburn no hizo más que debilitar la posición del rey y fortalecer la de la facción de Lancaster, que no había participado en la campaña escocesa. Los nobles reunieron al Parlamento en septiembre de 1314 para intentar arrancarle al monarca varios privilegios, argumentando que la derrota de Bannockburn había sido un castigo divino. No obstante, Eduardo tuvo la suerte de que una facción de nobles, liderada por Pembroke y Rogelio Mortimer, decidiera que Lancaster era más peligroso que el rey y limitara sus ambiciones. Esto permitió al rey conservar más o menos intacto su poder.
Poco después, Eduardo II consiguió un nuevo amante, Hugo le Despenser, de 32 años, hijo tocayo del conde de Winchester y cuñado del difunto Cornwalles, quién se convirtió en su favorito y ganó un enorme poder en la corte. Fue alentado en esto por su ambicioso padre y por su igualmente ambiciosa esposa Leonor de Gloucester (con quién por otra parte tuvo nueve hijos entre 1308 y 1325). Con Despenser también ascendieron Guillermo de Montagu, Rogelio Damory y Hugo Auldrey, casados con hermanas de Leonor.
Despenser era tan vanidoso como Cornwalles, y más violento que él. Una versión -probablemente inventada- afirma que torturó a una de las hermanas de su esposa hasta volverla loca, para así arrebatarle unas tierras que ella poseía en Gales. Además, Despenser se ganó el odio de la reina Isabel (algo que Cornwalles nunca había hecho, pese a la forma en que la "ninguneó" en su coronación).
En 1316 Lancaster se rebeló contra los nuevos favoritos. Al igual que en 1312, no se produjo ningún combate entre los ejércitos del rey y el poderoso conde, pero la tensión bélica continuó hasta 1318, cuando Lancaster logró que Eduardo II se deshiciera de Montagu, Damory y Auldrey. No obstante, no pudo hacer expulsar de la corte a Despenser, y la relación entre el rey y su amante se hizo más estrecha cuando Eduardo lo nombró chambelán, lo cual permitía que se vieran sin restricciones. Los Despenser también comenzaron ese año a intrigar para que al flamante chambelán le dieran el condado de Gloucester, en virtud a su matrimonio con Leonor.
En 1320, Despenser y su padre Winchester eran los dos hombres más poderosos de Inglaterra. Habían logrado que Eduardo II confiscara ilegalmente varias tierras pertenecientes a otros nobles y se las concediera a ellos. Todo esto causó un levantamiento liderado por el antes leal Mortimer, por Humberto, conde de Hereford y por el inefable Lancaster, en 1321. Pembroke medió entre el rey y los rebeldes, consiguiendo que Eduardo II desterrase a los Despenser (el conde de Winchester se estableció en Burdeos, mientras que su hijo se dedicó a la piratería en el canal de la Mancha).
No obstante, las hostilidades entre el rey y los nobles sublevados no terminaron. El conflicto volvió a estallar por el motivo más trivial: cuando la reina Isabel quiso alojarse en el castillo de Leeds perteneciente a Bartolomeo de Badlesmere, su esposa se rehusó a dejarla entrar, aparentemente por orden del propio Bartolomeo. Furiosa, Isabel hizo que los soldados de su comitiva atacasen el castillo, pero fueron fácilmente repelidos. El incidente fue la excusa para que Eduardo II le declarase la guerra a Badlesmere. Esto causó una división entre los nobles rebeldes: Mortimer y Hereford se pusieron de parte de Badlesmere, pero Lancaster no. Como resultado, Eduardo consiguió tomar el castillo de Leeds sin problemas.
Lancaster luego volvió a cambiar de opinión y apoyó a Mortimer y Hereford, pero no les dio soldados. Mortimer debió rendirse al rey, tras lo cual la rebelión se derrumbó. Como Eduardo recordaba con un poco de afecto su anterior lealtad, se limitó a encarcelar a Mortimer en la Torre de Londes. Pero Hereford fue asesinado y Lancaster fue juzgado por un tribunal del que formaban parte los Despenser -a quienes Eduardo permitió volver a Inglaterra- y condenado a morir ahogado, descuartizado y decapitado. Como Lancaster era nieto de Enrique III, Eduardo II cambió la sentencia a simple decapitación. Esto ocurrió en 1322.
La victoria de Eduardo y sus favoritos permitió que éstos se vengaran violentamente de sus enemigos: una docena de nobles y cientos de caballeros fueron asesinados o ejecutados, y muchísimas propiedades fueron confiscadas.
No obstante, un nuevo foco de resistencia al poder de los Despenser surgió en la persona de la reina Isabel. Esta joven princesa extranjera lograría algo por lo que tantos nobles poderosos habían acabado muertos o en prisión: hundir a los favoritos del rey. Pero el precio sería muy alto...

1 comentario:

alice dijo...

Buenos Días,

Me llamo Maria Rosa y soy una estudiante de idiomas, italiana. Formo parte del proyecto “Auramala”, una larga búsqueda sobre el misterioso fallecimiento del rey Eduardo II de Inglaterra, llevado a cabo por la asociaición cultural “Il mondo di Tels” e Ivan Fowler, escritor

¡Ojalá encuentren este booktrailer cautivador e instructivo!

http://www.youtube.com/watch?v=6KS3IRciYMs

Si quieren saber más, búsquenos aquí:
https://theauramalaproject.wordpress.com/about/

¡Buena Visión!