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viernes, 18 de mayo de 2007

Bloody Mary

María Tudor fue la hija mayor de Enrique VIII, y la única de los vástagos que tuvo con Catalina de Aragón que llegó a la adultez. Nació el 18 de febrero de 1516 en el Palacio de Placentia, en Greenwich, Londres.
María recibió una esmerada educación de parte de su madre Catalina, quién se ocupó que aprendiese a hablar latín y griego y estuviese versada en ciencia y música. Enrique también la mimaba bastante, e incluso le dio el título de Princesa de Gales y le permitió tener su propia corte en el castillo de Ludlow. No obstante, es probable que haya hecho todo eso para complacer a Catalina, sin perder las esperanzas de tener eventualmente un heredero varón.
En su infancia, se realizaron varios intentos de casarla por motivos políticos. En 1518 se arregló un matrimonio con el Delfín Francisco, hijo de Francisco I de Francia, pero en 1521 el contrato fue anulado. Al año siguiente Enrique quiso casar a María con su primo hermano, el emperador Carlos V y, como parte del Tratado de Windsor, en el que ambos monarcas se aliaron contra Francisco I. Pocos años después, Enrique decidió restablecer su alianza con Francia, y Francisco I le pidió que María se casase, o bien con su hijo Enrique de Orleáns -el futuro Enrique II-, o bien con él mismo. No obstante, Enrique no quiso que la alianza con Francisco se extendiera al plano familiar.
Cuando Enrique VIII hizo anular su matriomonio con Catalina de Aragón y se casó con Ana Bolena, María fue declarada hija ilegítima, por ser fruto de una unión "incestuosa". Perdió su rango de princesa de Gales y pasó a ser dama de compañía de su hermanastra Isabel.
Naturalmente, tanto María como Catalina se rehusaron a reconocer la separación de la Iglesia de Inglaterra de la autoridad del Papado, y siguieron practicando el catolicismo con devoción. Enrique VIII las castigó de la forma más cruel: separándolas y prohibiéndoles volver a verse. De esta forma, María no pudo acompañar a su madre en sus últimos años, aunque se escribían en secreto.
Las cosas mejoraron para María cuando Ana Bolena (a quién detestaba) fue ejecutada. La nueva esposa de Enrique, Juana (o Jane) Seymour, lo instó a reconciliarse con su hija mayor. Las relaciones de María y su madrastra eran bastante buenas; cuando nació el hijo de Enrique y Juana, el futuro Eduardo VI, María fue su madrina, y cuando Juana murió, María presidió su funeral.
En 1544, Enrique arregló su sucesión de forma que el joven Eduardo fuese el heredero del trono, seguido por María e Isabel. Cuando Enrique VIII murió en 1547, Eduardo VI se convirtió en el nuevo rey, pero el gobierno quedó en manos de su tío materno Edward Seymour, duque de Somerset, un protestante fanático. En 1549 Somerset fue derrocado por John Dudley, conde de Warwick, que luego sería ascendido a duque de Northumberland. En este período, en el cual la persecución a los católicos se endureció muchísimo, María debió celebrar sus misas en privado en sus castillos. Cuando en la corte de Eduardo VI se enteraron de ello, le prohibieron continuar con esa práctica. Entonces, María escribió a su primo Carlos V, que amenazó con ir a la guerra con Inglaterra si a su prima no se le daba libertad religiosa, tras lo cual Eduardo debió hacerle la vista gorda a su hermana.
Eduardo VI murió en 1553, tras lo cual la corona inglesa hubiera debido ir a manos de María, pero el duque de Northumberland hizo coronar a Juana Grey como reina. Juana era nieta de María Tudor, hermana de Enrique VIII, lo cual le daba ciertos derechos al trono. Además, era protestante y lo bastante joven como para que Northumberland la manejase con facilidad. Lo mejor de todo es que estaba casada con Guilford Dudley, hijo de Northumberland.
Juana reinó durante apenas 9 días. María actuó con rapidez y valentía, proclamándose legítima reina de Inglaterra y liderando un levantamiento popular contra el gobierno de Northumberland. Todo terminó cuando, el 19 de julio de 1553, María tomó Londres y arrestó a Juana, a su esposo y a su suegro. Si bien María ejecutó a Northumberland el 22, quiso perdonarles la vida a Juana y a Dudley, limitándose a mantenerlos encerrados en la Torre de Londres. No obstante, la rebelión protestante de Thomas Wyatt a fines de enero de 1554 terminó por convencer a María de que era demasiado peligroso mantener a Juana con vida. El 12 de febrero, Dudley y Juana fueron ejecutados, pero María le rindió a su prima un último honor: mientras que Dudley fue decapitado en público, Juana fue ajusticiada en privado, algo que sólo se hacía con miembros de la realeza.
El primer acto de María I como reina fue legitimar el matrimonio de sus padres. Además, María restableció el catolicismo como religión oficial, aunque se abstuvo astutamente de devolverle a la Iglesia los monasterios confiscados durante el reinado de su padre. Los protestantes ingleses que no se convirtieron al catolicismo fueron perseguidos con saña. Unos 800 debieron exiliarse y casi 300 -entre ellos muchos ancianos y mujeres- fueron quemados durante el reinado de María I, que pasó a ser apodada "María la Sanguinaria" o "Bloody Mary". No obstante, hay que recordar que durante los reinados de Enrique VIII y Eduardo VI un número similar de católicos fue ejecutado, y que más tarde, con Isabel I, muchos más terminarían en el patíbulo. Ningún bando en las guerras religiosas que marcaron la Europa del siglo XVI tenía las manos limpias de sangre.
María también se dedicó a buscar un marido católico. Ella sabía perfectamente que si moría sin hijos, su hermana Isabel heredaría la corona y restauraría el protestantismo en Inglaterra. Así que se casó con su primo, Felipe de Habsburgo, hijo de Carlos V, que después sería rey de España con el nombre de Felipe II. La unión no fue del todo feliz. María tenía 38 años y ya no era tan bella como en su juventud. Si bien Felipe, de 27, la respetaba enormemente, no se sentía atraído físicamente por ella. Cuando Carlos V abdicó al trono español, Felipe aprovechó para viajar a su país, dejando a su esposa después de 14 meses de matrimonio.
Felipe II regresó a Inglaterra en marzo de 1557, menos interesado en reencontrarse con María I que en convencerla de declararle la guerra a Francia. María cometió el gravísimo error de aceptar, lo cual llevó a un conflicto breve y ruinoso que terminó con la pérdida de Calais, el último territorio francés dominado por Inglaterra. Ésto ocurrió en enero de 1558. María después se arrepintió de su decisión, y dijo que cuando muriera, se encontrarían las palabras "Felipe" y "Calais" escritas en su corazón.
Debilitada por dos embarazos que terminaron en abortos, y por la impopularidad causada por su matrimonio con Felipe y por la pérdida de Calais, María murió el 17 de noviembre de 1558, a los 42 años. Si bien en su testamento había declarado su voluntad de ser enterrada junto a su madre, Isabel la sepultó en la Abadía de Westminster, en una tumba contigua a la que luego ella misma ocuparía al morir en 1603. Durante el reinado de James I se talló la siguiente inscripción en una placa de marmol frente a sus tumbas: "Compañeras en el trono y en la tumba, aquí descansan dos hermanas, Isabel y María, en la esperanza de una resurrección".
Felipe II intentó casarse con Isabel I en los primeros meses de su reinado, pero cuando quedó claro que su ex cuñada no tenía intención de mantener el catolicismo como religión oficial en Inglaterra, Felipe se convirtió en su enemigo más encarnizado. El enfrentamiento entre Felipe e Isabel marcaría con fuerza la segunda mitad del siglo XVI en Europa, de la misma forma que el de Carlos V y Francisco I había marcado la primera mitad.