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jueves, 22 de marzo de 2007

Orión

Orión era un cazador de Beocia de quien se decía que era el más bello de los mortales (aunque lo mismo se decía de Adonis, Paris, Ganímedes y muchos otros personajes de los mitos griegos). Hay dos versiones sobre su nacimiento. Una afirma que el héroe era hijo del dios Poseidón y de una tal Euríale. Otra nos los presenta con el nombre de “Urión” y como hijo de un labrador llamado Hirieo. Parece que Hirieo se había negado por algún motivo a tener hijos con su esposa, y al llegar a la vejez se arrepintió de su decisión. Zeus y Hermes le dijeron que sacrificase un toro, orinase en su piel y luego la enterrase en la tumba de su esposa. Él lo hizo y 9 meses después encontró allí a un bebé al que llamó Urión (“el que orina”) a causa del modo en que había sido concebido.
En cualquier caso, Orión/Urión se había enamorado de Mérope, hija de Enopión, hijo del dios Dionisio (no debe ser confundida con la hija de Atlas y esposa de Sísifo). Enopión le prometió la mano de su hija si mataba a todas las bestias de la isla de Quíos, donde vivían. Orión llevó a cabo la tarea con gran eficacia, pero Enopión dijo que circulaban rumores de que todavía se escondían algunas fieras en el monte y se negó a dejarlo casarse con su hija. La verdad es que Enopión estaba enamorado de ella y había decidido que si él no podía tenerla, nadie lo haría.
En una borrachera, Orión entró al cuarto de Mérope y la obligó a acostarse con él. Cuando a la mañana siguiente Enopión descubrió lo ocurrido, se enfureció. Pero como sabía que Orión era joven y fuerte, decidió acudir a su padre Dionisio para conseguir venganza. El dios envió a unos sátiros para que le dieran más vino a Orión. Cuando el muchacho se quedó dormido, Enopión lo dejó ciego.
Orión acudió al oráculo de Délos, que le dijo que recuperaría la vista si viajaba la parte más oriental del océano -que para los griegos era el este del Mar Negro- y volvía sus ojos hacia Helio, el dios solar, en el momento en que salía con su carro de fuego a recorrer la Tierra. Con la ayuda de Cedalión, un joven aprendiz de herrero de la isla de Lemnos que le sirvió de lazarillo (y que, para quien conoce los mitos griegos, probablemente era también su amante), Orión cumplió las instrucciones y no solo recuperó la vista sino que consiguió una nueva novia, la diosa de la aurora Eos, hermana de Helios, que se enamoró de él.
Tras visitar Délos en compañía de Eos para dar las gracias, Orión volvió a Quíos buscando vengarse de Enopión. No lo pudo encontrar, porque él se había escondido en una cámara subterránea construida por el dios Hefesto.
Orión decidió continuar la búsqueda en Creta, donde se encontró con Artemisa. La diosa lo convenció de renunciar a su venganza y a salir a cazar con ella. La verdad es que se había enamorado de él y es posible que hubiesen terminado juntos de no haber sido por su hermano Apolo. Al igual que tantos otros hermanos celosos, Apolo quería “proteger” la castidad de su hermana. Así que le mandó a un escorpión gigante, esperando que lo matara. Orión utilizó sus armas contra el monstruo, pero la coraza era demasiado fuerte. Entonces Orión saltó al mar y nadó hacia Délos para pedirle ayuda a Eos.
Apolo, astutamente, le dijo a Artemisa: “¿Ves ese objeto negro que se mueve en el mar, allá lejos, cerca de Ortigia? Es la cabeza de un malvado llamado Candaor, que acaba de seducir a Opis, una de tus sacerdotisas. Te desafío a que lo atravieses con una flecha”. Hay que explicar que “Candaor” era el apodo por el cual era conocido Orión en Beocia. Artemisa aceptó gustosa el desafío y mató a Orión de un flechazo en la cabeza. Al acercarse al cadáver se dio cuenta del terrible error que había cometido. Suplicó a Asclepio que lo reviviera, pero Zeus lo impidió. Entonces ella puso su imagen entre las estrellas, junto con la del escorpión.

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