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martes, 27 de marzo de 2007

Mario y Sila (3ª parte)

Mario había entrado en una etapa de ostracismo político. Su influencia en Roma estaba en declive. Fue incapaz de hacer que lo eligieran censor y tampoco pudo impedir el regreso de su enemigo Metello Numídico del destierro al que había sido enviado por Saturnino.
Como no quería presenciar la vuelta triunfal de su adversario, decidió viajar a Oriente. Dio como excusa un voto a la Madre Tierra que debía cumplir peregrinando a uno de sus templos en Asia Menor, pero Plutarco afirma que el verdadero motivo, aparte de lo de Metello Numídico, fue provocar una guerra entre Roma y el rey Mitrídates VI del Ponto. Así, creía él, recibiría el mando de dicha guerra y podría recuperar su popularidad e influencia. Mitrídates era un émulo de Alejandro Magno famoso por haberse inmunizado contra todos los venenos tomando pequeñas dosis que iba incrementando poco a poco. Se rumoreaba que soñaba con expandir su reino y conquistar todo Oriente. Se había expansionado hacia el norte y el este del Mar Negro y ahora codiciaba a un reino vecino al suyo, el de Capadocia.
Mario fue recibido por el rey, y pese a que fue tratado con gran cortesía, el viejo general trató a Mitrídates con una franqueza dura a la que no estaba acostumbrado. Llegó a decirle que debía o hacerse más poderoso que Roma o hacer lo que Roma le ordenase.
En cuanto a Sila, fue elegido pretor en el 97, pero solo mediante una masiva compra de votos. Parece que durante su pretura le dijo a un ciudadano insolente que usaría contra él toda su autoridad, a lo que él contestó: "Muy bien haces en llamarla tuya, pues la has comprado".
Al año siguiente, fue desginado gobernador de la provincia de Cilicia, en Asia Menor. Allí fue el primer representante del Imperio Romano en entrevistarse con representantes del Imperio Parto. En esa histórica reunión pública, Sila se sentó en el medio, entre Orobazo, el embajador parto, y el embajador del Ponto. Al regresar a la corte del rey parto, Orobazo fue ejecutado por haberle permitido a Sila ocupar el lugar de honor.
Sila regresó a Roma en el 92, justo a tiempo para presenciar la crisis política causada por el tribuno de la plebe Marco Livio Druso. Druso deseaba legislar la plena ciudadanía romana para todos los italianos, algo que los políticos más conservadores de Roma no estaban dispuestos a permitir. Los italianos se entusiasmaron con la la iniciativa de Druso, pero sus esperanzas se vieron frustradas cuando, en el 91, el tribuno fue asesinado.
En el 90, los pueblos de la Península llegaron a la conclusión de que jamás podrían ser ciudadanos romanos, así que optaron por crear un Estado italiano independiente. La guerra entre los rebeldes y Roma fue muy corta, pero devastadora. Ambos ejércitos estaban formados por tropas curtidas y había comandantes bien preparados en los dos bandos. En el 90, en el frente norte, fueron derrotados y muertos el cónsul Publio Rutilio Lupo y el pretor Quinto Servilio Cepión (hijo de quien robó el oro de Tolosa y perdió la batalla de Arausio), tras lo cual Mario se hizo cargo de sus fuerzas. En el frente sur, mandaba el ejército el otro cónsul, Lucio Julio César, con Sila como su oficial de confianza.
Mario por un lado y Lucio César y Sila por el otro consiguieron infringirle varias derrotas a los ejércitos italianos. Pero Mario sufrió un infarto y debió ser relevado por los dos cónsules del año 89, Lucio Porcio Catón y Gneo Pompeyo Estrabón Carnifex al mando de las tropas del frente norte; Lucio Catón fue derrotado y muerto poco tiempo después, con lo que Pompeyo Estrabón quedó como único comandante. En cuanto al frente sur, quedó en el 89 en manos de Sila.
Para el año 88, practicamente todos los pueblos rebeldes habían sido vencidos o se habían rendido. Había contribuido a esto la ley Julia, dictada por Lucio César en el 90, que concedía la ciudadanía romana a los italianos que no se hubieran alzado en armas contra Roma y contra todos aquellos que abandonaran la lucha en un plazo determinado. También había pesado la eficacia y la brutalidad inhumana con la que habían encarado la guerra Sila y Pompeyo Estrabón (que recibió entonces el sobrenombre de "Carnifex", que significa "carnicero" en latín). Los únicos que seguían peleando eran los belicosos samnitas, pero ya por su cuenta y no como representantes del efímero Estado italiano; de todos modos, su amenaza estaba limitada a unos pocos focos de resistencia.
La península quedó devastada por el conflicto, conocido como la Guerra Social (no por la sociedad, sino por el término socius, que significa "aliado" en latín). Y los pobres italianos y romanos no sabían que estaban a las puertas de un nuevo conflicto, la guerra civil entre Cayo Mario y Lucio Cornelio Sila.

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